Vivimos en la sociedad de la cancelación pública, social y moral. Y no pasan desapercibidos los errores, anécdotas o hechos de la vida de ciertos artistas, tanto contemporáneos como anteriores. Sucesos que hacen que toda su carrera, vida e imagen sea manchada con una gran cruz roja, cancelados tanto ellos como su obra.
Esto me hizo pensar si realmente era necesario separar al autor de su obra. Claro que hay ciertas excepciones, pero ¿realmente debemos desprestigiar el producto porque el autor haya cometido muchas faltas morales o haya tenido comportamientos tachables? Sí es cierto que muchas veces autor y obra son uno, este refleja su vida, sus pensamientos y comportamientos en la obra. No es lo mismo un pintor misógino que pinta cuadros sobre gatitos, que un cantante con una cierta ideología que crea música para expandir esas creencias como si fueran las verdaderas y únicas. Y aún así cancelamos y dejamos de ir a un museo a ver esos cuadros solo porque sabemos que ese pintor era misógino, y seguimos escuchando esas canciones con letras ideológicas “solo porque la melodía es buena pero no apoyo la ideología expuesta en la letra”.
No digo que los comportamientos de los artistas sean justificables, pero pongo en duda sobre todo el hecho de que ahora se censuren o se cancelen autores clásicos por lo que hicieron en su época. No apoyo ciertas actitudes, pero hay que tener en cuenta que a lo mejor en la época eran aceptadas y comunes, y no por ello sus obras fueron quemadas.
Pongo de ejemplo a Vang Gogh, que murió sin saber que sus obras serían mundialmente famosas. Si nos ponemos a investigar sobre su vida encontraremos cosas como que estuvo en un psiquiátrico y se cortó la oreja, y por estas actitudes y comportamientos paranoicos, ¿vamos a dejar de ir a un museo a ver sus obras? La respuesta es clara, NO. Por ello hablo de separar a la obra del autor, si este hizo un producto lo hizo con una intención, o a lo mejor ligándolo a su vida, siempre y cuando la intención no fuera atentar contra la integridad moral de un individuo, un grupo o colectivo, el producto no cambiaría aún si la personalidad o los errores del autor cambiaran.
Aquí también añadiré una pequeña pincelada sobre la censura de autores que está habiendo ahora. El hecho de modificar palabras de una obra de Agatha Christie, para mí hace que la obra pierda la esencia de la autora. Quizás si hubiera escrito en el siglo XXI con ese lenguaje lo más probable sería que fuera censurado y modificado antes de ir a imprenta. Pero en el siglo XX ese lenguaje era el contemporáneo y afín a la época. Por ello para mí modificar el lenguaje no solo hace que se pierda al autor y su manera de expresarse, sino también las características de la época en la que se sitúa.
En conclusión, la cultura de la cancelación de hoy día debería tomar un tono un poco más bajo. No hace falta cancelar la obra por el autor, siempre y cuando la obra no sea un medio para dañar ideologías, pensamientos o individuos. Debemos ser libres de crear productos o seguir a artistas que nos muevan y nos inspiren, sin preocuparnos por la opinión pública por cómo somos o por lo que hicimos en nuestra vida, porque sino no disfrutaremos.
Por Ash Rodrigues.