Agoniza, dándonos un respiro y “enseñando el botijo” a nuestras tierras sedientas, este sofocante verano de 2022. Poco a poco nuestras vidas recuperan el pulso tras este paréntesis vacacional y nos disponemos a encarar… o plantar cara, si así lo prefieres, a un Otoño que a juzgar por las previsiones o vaticinios de cualificados agentes económicos los unos e inevitables agitadores del “cuanto peor, mejor” los otros, se presenta preñado de negros nubarrones de tormenta… no climatológica, precisamente. Sin embargo, ya, ante ello, muchos de nosotros, con la lógica prevención e incertidumbre del momento que nos está tocando vivir, empezamos a preguntarnos… ¿pero qué más puede pasar?
Nuestro País ha superado (con nota, creo) una Pandemia mundial que ha provocado millones de muertos y ha paralizado al mundo y su economía durante meses. Hemos resistido frente al encarecimiento y las dificultades en el transporte y suministro internacional de materias primas. Hemos aguantado Filomenas, erupciones volcánicas e incendios devastadores de nuestros bosques… y cuando empezábamos a reponernos de todo ello, una Guerra, en el corazón de Europa pone todo de nuevo “patas arriba” y ya no solamente se multiplican los anteriores efectos devastadores sobre las economías nacionales y su repercusión en las economías familiares por la brutal subida de los precios de la energía y los alimentos, sino que además, resucita la Guerra Fría y amenaza la Paz y la Seguridad en el mundo. ¿Qué más tendremos que superar a partir de Otoño que no hayamos superado o estemos empezando ya a superar?
Sin embargo, sí hay algo que la sociedad española, la talaverana entre ella, tendremos que aprender a superar. Son las cicatrices que todo esto ha dejado en nuestro tejido social. En situaciones extremas como las que vivimos y hemos vivido, los pueblos y sus líderes deberían unirse y “cerrar filas” para empujar todos en la misma dirección. Así lo hemos visto en otros Países. En España, lamentablemente no ha sido así. Pescadores en rio revuelto han pugnado por sacar provecho político o económico de esta situación agitando los ánimos de la gente, alarmada como es lógico, por las incertidumbres y las consecuencias de esta inusual suma de acontecimientos. Otros, los de siempre, “haciendo caja” con las tragedias humanas y las carencias materiales derivadas de ello. El resultado… una sociedad española preocupantemente dividida y polarizada en la que el debate político ha sido sustituido por la descalificación y la cacería personal al adversario y donde el desprecio a la cordura y a la verdad son la moneda de uso habitual.
Así pues, amigos, esto último, si no lo ponemos remedio y recuperamos el respeto al adversario como norma de convivencia democrática en paz y libertad… es lo peor que nos puede pasar. Todo lo demás, un día u otro, lo dejaremos atrás… pero el poso de odio y enfrentamiento que en las mentes más simples y vulnerables empieza a fraguar es algo que nos debería preocupar y hacer reflexionar. Pongámoslo remedio desde ya. Esforcémonos pues, sin renunciar a la crítica si así lo consideramos oportuno, en recuperar el respeto y la cordialidad con al adversario porque mucho del temporal que nos anuncian tendremos que sufrirlo y superarlo juntos. Feliz Otoño y Felices Ferias de S. Mateo a TODOS.