Llega el calor, las vacaciones, y los jóvenes y estudiantes vuelven a sus casas con la esperanza de alejarse lo más posible de todas esas responsabilidades de estudio. Pero esto no nos pasa a algunos.
Después de 9 meses alejados de nuestras familias, viviendo lejos, siendo independiente y buscándonos la vida, lo que menos queremos hacer ahora es descansar y volver a la rutina sedentaria donde nuestros padres hacen todo mientras dormimos durante horas. No es que no valoricemos el tiempo libre y de descanso bien merecido después de un año intenso de estudio, pero nos hemos desacostumbrado tan rápido a esa vida, que para es más fácil estar haciendo cosas y buscando trabajos o cursos que hacer en verano, que salir con amigos a cualquier lugar con planes de último minuto.
Disfrutamos esa libertad, la paz y la relajación, el tener tiempo para uno mismo y para visitar lugares que nunca hemos visto; pero a la misma vez, tenemos un vacío de energía, de insuficiencia que no se llena. Anhelamos ser productivos, trabajar, invertir nuestro tiempo en hacer tareas, en investigar y sacar provecho de ello. Por lo menos este es mi caso, pero sé de muchos jóvenes que nada más acabar las clases, están echando curriculums por todos lados con la esperanza de trabajar, sacarse un dinero y coger experiencia. O como lo llamo yo, sentirse productivo.
La manera en que cada uno vive su vida y su verano, está en su mano. Al final, cada uno disfruta ser productivo a su manera, ya sea trabajando por las tardes o yéndose a un prado a leer toda la tarde. Todos nos acabamos beneficiando del tiempo invertido en uno mismo, y es algo que deberíamos aprovechar los 365 días del año.
Por Ash Rodrigues.