Momentos complejos, decisiones difíciles, espacios reestructurados y señalamientos broncos. Son los ingredientes que componen esta especie de “cóctel molotov” que vivenciamos desde hace semanas en nuestro País, en el panorama político.
Pero cualquiera de ellos -en singular o en su conjunto- podría servir para explicar la perplejidad de la ciudadanía. Y me sumo -a la perplejidad, quiero decir- porque si se tuviera la intención real de atajar las cosas desde la raíz (y no sólo ir tapando parches a medida que se abren fisuras) o la capacidad de planificar estratégicamente como previo paso a la actuación per se… No estaríamos en el escenario en el que nos encontramos inmersos.
Con el presentimiento de ir como pollos sin cabeza, probando soluciones bajo el prisma del ensayo y error. Y, mientras, la población levantándose con la cruel duda del con qué “nos desayunaremos hoy”. Nos jugamos mucho. Pero la sensación es la de fenecer ante tanta incertidumbre.