Melchor Fernández Mayordomo, conocido en la región por su astucia y dedicación en la arqueología, falleció el pasado sábado, según informaba el Ayuntamiento de Castillo de Bayuela.
A lo largo de sus años, Melchor recorrió incansablemente la Sierra de San Vicente, donde desarrolló un don especial para identificar vestigios del pasado. Con una observación aguda y un instinto excepcional, desentrañó secretos enterrados durante siglos. Su pasión por la arqueología lo llevó a descubrir una necrópolis visigoda en 1980, un hallazgo que marcó un hito en la historia del pueblo. Entre los tesoros desenterrados se encontraban fíbulas aquiliformes, un broche de cinturón, un anillo y cuentas de collar, ahora resguardadas en el Museo de Santa Cruz de Toledo.
La comunidad de Castillo de Bayuela llora la pérdida de este incansable investigador, quien dedicó su vida a desenterrar los misterios del pasado. Su figura, comparada por el investigador Fernando Jiménez de Gregorio con la del Quijote de la arqueología, será recordada con cariño y respeto por generaciones. Siempre se le veía acompañado de un libro, inmerso en su búsqueda del conocimiento, mientras pastoreaba sus ovejas por los campos del municipio.
Melchor no solo era un hombre de descubrimientos arqueológicos, sino también un ser humano generoso y humilde. Donó numerosas piezas encontradas en sus excursiones al centro de interpretación local, compartiendo su pasión y conocimiento con la comunidad. Su emoción al descubrir un nuevo sitio arqueológico era palpable, y su deseo de ser reconocido por su trabajo y dedicación era evidente en cada entrevista.
Hoy, sus vecinos lamentan su partida, pero su legado perdurará en la memoria colectiva de Castillo de Bayuela. Melchor Fernández Mayordomo, el pastor de ovejas convertido en «quijote de la arqueología», seguirá siendo una inspiración para aquellos que buscan desenterrar los secretos del pasado y preservar la historia de su tierra.