En la cautivadora comarca de Villuercas-Ibores-Jara, la naturaleza compite en belleza con las creaciones humanas, y los aromas y sabores tejen una sinfonía gastronómica que despierta todos los sentidos.
Reconocida como Geoparque Mundial por la UNESCO, esta región alberga un tesoro geológico singular, donde las rocas, minerales y fósiles cuentan la fascinante historia de la Tierra. El imponente Risco de la Villuerca, con sus vertiginosas vistas a 1.600 metros de altura, nos transporta en el tiempo, revelando las huellas de la creación de las primeras montañas hace 300 millones de años. Aunque también están las Cuevas del Castañar que emergen como un santuario mineral, un bosque subterráneo de formas y colores y la Mina de la Costanaza en Logrosán, donde exploramos no solo el trabajo humano en la tierra, sino también las fuerzas que generaron estos ricos yacimientos minerales.
Pero no solo de historia vive esta comarca pues sus sabores son un deleite para el paladar. Desde la exquisita miel y los sabrosos quesos con Denominación de Origen, hasta el vino elaborado con maestría en bodegas de vanguardia. Los aromas de la morcilla patatera y de Guadalupe, las delicadas setas de otoño y los dulces típicos como los rabos de calabaza o las roscas de muégado seducen a los amantes de la buena mesa. Y gracias a las recetas preservadas por los monjes de Guadalupe, como el afamado bacalao al estilo monacal, podemos saborear el legado culinario de siglos pasados.
Acompáñanos en este recorrido que no te dejará indiferente…
| 1 | Risco de la Villuerca
Situado majestuosamente en el corazón de la sierra de Las Villuercas, el imponente Risco de La Villuerca se erige como el mirador por excelencia del Geoparque Villuercas-Ibores-Jara.
Con una altitud imponente de 1601 metros sobre el nivel del mar, este icono geológico ofrece una panorámica incomparable del paisaje circundante. Desde su cima, se divisan las formas características del relieve, el valle del Guadalupejo, los sinclinales y anticlinales que marcan la geografía, así como otros puntos de interés geológico que narran la historia milenaria de la tierra.
Sin embargo, la magia del Risco de La Villuerca no se limita a su cumbre; también se encuentra impregnada en sus laderas. Enclaves como la ermita del Humilladero, el Arca del Agua o el pozo de la Nieve, datado en el siglo XVII y utilizado por los monjes jerónimos de Guadalupe para almacenar hielo y conservar alimentos y medicinas, son testigos mudos de la interacción entre el hombre y la naturaleza a lo largo de los siglos.
Para los amantes de la naturaleza, ascender desde la ermita del Humilladero hasta el Risco de La Villuerca es una experiencia inolvidable. A lo largo de una ruta de aproximadamente 11 kilómetros, los visitantes pueden deleitarse con paisajes cambiantes, desde frondosos bosques de alcornoques y madroños hasta matorrales de piorno gris y cenizo en las alturas.
| 2 | Mina de la Costanaza
La historia de la mina La Costanaza se remonta a finales del siglo XIX, cuando comenzó su explotación de forma intermitente, un capítulo que se extendió hasta mediados del siglo XX. Para el año 1944, cuando finalmente cesaron las operaciones, la mina había alcanzado una profundidad de 210 metros y contaba con 14 plantas, un testimonio imponente de la actividad minera que marcó la región.
El complejo entramado de galerías paralelas que conforman la mina, dedicadas a la extracción del filón Costanaza que le da nombre, resulta impresionante, aunque hoy en día solo las dos galerías superiores están abiertas para visitas. En su interior, los visitantes tienen la oportunidad de contemplar el filón mineralizado de fosforita, así como zonas de brecha y espejos de falla, geodas, estalactitas y pliegues geológicos que narran la historia de la formación de este recurso natural.
En los alrededores de la mina, las instalaciones mineras primitivas se mantienen en un estado de conservación notable, sirviendo como testigos silenciosos de la intensa actividad que alguna vez dominó la zona. La fábrica de finos, la fábrica de superfosfatos, el cocedero de piritas y el laboratorio minero, que ahora alberga el Centro de Interpretación del Fosfato, son solo algunos ejemplos de estas estructuras que aún perduran.
| 3 | Monasterio de Santa María de Guadalupe
La leyenda de Santa María de Guadalupe se entrelaza con las brumosas colinas de Las Villuercas, donde el pastor Gil Cordero, en los albores del siglo XIV, vivió un encuentro que desafió los límites de lo mundano. Se cuenta que mientras buscaba una res extraviada en los valles, encontró el cuerpo sin vida del animal. Preparado para desollarlo, presenció un prodigio: la vaca retornó milagrosamente a la vida. En ese instante de asombro, la Virgen se le manifestó al humilde pastor, confiándole la revelación de su presencia oculta en aquel lugar. Siguiendo las instrucciones divinas, Gil excavó en el punto donde yacía su vaca difunta, y emergió la imagen de Santa María de Guadalupe, cuya fama de milagrosa se expandió rápidamente.
La reputación de Guadalupe se propagó rápidamente, convirtiéndola en un epicentro de devoción en el sur de la península ibérica. Pronto, los monjes Jerónimos llegaron para custodiar el santuario, marcando un período de esplendor religioso que duraría siglos. A pesar de un período de desprotección después de la partida de los Jerónimos, los Franciscanos finalmente asumieron la responsabilidad del Monasterio en 1908.
El 12 de octubre de 1928, la Virgen de Guadalupe fue solemnemente coronada como Reina de las Españas, un reconocimiento a su influencia espiritual. Además, en 1907, fue nombrada Patrona de Extremadura, consolidando su posición como símbolo religioso de la región.
El Real Monasterio fue honrado con el título de Monumento Nacional en 1879, y en 1993 recibió el prestigioso reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, una distinción que subraya su valor histórico y cultural incomparable.
| 4 | Iglesia de San Juan Bautista
Según la legendaria tradición, en el año 1223, un campesino hizo un descubrimiento trascendental en un olivar de la región: un sarcófago de mármol que albergaba los restos de los santos Fulgencio y Florentina, venerados personajes del siglo VI de origen visigodo. Estos venerables restos, cuya importancia espiritual es incuestionable, encuentran su santuario en la Iglesia de San Juan Bautista, en Berzocana, resguardados en un relicario donado por el monarca Felipe II. Este templo, imponente en su estatura catedralicia, ha sido testigo de una historia fascinante que abarca diversos períodos arquitectónicos, desde la era tardorromana hasta la influencia renacentista y barroca.
Declarada Monumento Nacional en 1977, la iglesia destaca por su monumentalidad, con una longitud impresionante que alcanza los 35 metros en el eje este-oeste de la nave central.
Una de las joyas más preciadas del templo es la Capilla de los Santos, donde reposan los restos de San Fulgencio y Santa Florentina en un arca de ébano, nácar, marfil y oro, un regalo de Felipe II. Esta capilla, inaugurada en 1610, es un testimonio de devoción, con un retablo protobarroco que resguarda las imágenes de los santos y una tribuna de estilo jónico adornada con un retablo salomónico del siglo XVIII.
| 5 | Gastronomía de la comarca de las Villuercas
La cocina de Villuercas Ibores Jara ofrece una rica variedad de platos típicos elaborados con productos naturales de la zona. Destacan las carnes, vinos, quesos, aceites y dulces, muchos de los cuales están protegidos por denominaciones de origen.
Los quesos, con D.O.P. «Queso Ibores», son reconocidos internacionalmente por sus propiedades organolépticas. Las verduras locales, como las judías verdes, se utilizan en platos como el gazpacho o el ajoblanco. La comarca también ofrece una gran variedad de productos silvestres, como setas y espárragos trigueros, que se utilizan en recetas tradicionales.
En Guadalupe, influenciada por la herencia monacal, se preparan platos exquisitos con bacalao. La carne de caza, especialmente el venado, es muy apreciada por su sabor y ternura. Durante el invierno, se celebra la tradicional matanza del cerdo, con la que se preparan delicias como las morcillas de Guadalupe.
Los postres incluyen perrunillas, bollería artesanal, dulces con miel y piñones, y pestiños. La gastronomía de la región destaca por la calidad de sus vinos, cordero, ternera y jamón, protegidos por diversas indicaciones geográficas y denominaciones de origen.
En la comarca de Villuercas-Ibores-Jara, cada rincón es una invitación a descubrir la magia de la naturaleza, la grandeza de la historia y la delicia de sus sabores auténticos. Un destino que cautiva los sentidos y deja una huella imborrable en el corazón de quienes lo visitan.