Según los datos que arroja el informe “Datos y Cifras del Sistema Universitario Español, 2019-2020” elaborado por el Ministerio de Universidades en el curso 2019-2020, el 59% de estudiantes que conformaban el sistema universitario en nuestro país eran mujeres.
En contraposición a este dato global, casi paritario, el dato específico referente a matriculación femenina en estudios universitarios de la rama STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas),en las carreras y estudios relacionados con la Ingeniería y la Arquitectura esta presencia de las mujeres se reduce a tan solo un 24,8% de matrículas, un dato que sorprende aún más si tenemos en cuenta que el porcentaje de féminas que terminan sus estudios en dichas ramas es de un 28,5% para los estudios de Grado y el 32,3% en los estudios de máster. Contado de una forma más profana, las mujeres se matriculan menos en estas carreras, pero los hombres abandonan estos estudios en un porcentaje bastante superior.
Estos datos merecen sin duda una reflexión detenida sobre la necesidad de afrontar la falta de paridad educativa en estos ámbitos y el deber de cuestionarse el por qué de esta situación que viven las mujeres españolas en cuanto al desarrollo de profesiones científico-tecnológicas. ¿Por qué las niñas no sienten la vocación necesaria para inclinarse por estas profesiones? ¿Cuál es el rol que deben desempeñar las administraciones educativas para disminuir esta brecha de género y evitar que esta se convierta en un nuevo factor de exclusión económica en los próximos años?
En cuanto a la primera cuestión, no hay duda de que es fundamental hacer visible el trabajo de científicas e investigadoras con toda la sociedad en general y con las y los estudiantes de los primeros niveles en particular para construir pilares que contribuyan a construir nuevos roles femeninos y ayuden a normalizar el papel de la mujer en la Ciencia. Tener referentes es la mejor forma de despertar vocaciones científicas entre nuestras estudiantes.
En lo que se refiere al papel que juegan las administraciones; sin duda alguna, dado que el motor de desarrollo de toda Sociedad son sus jóvenes (hombres y mujeres) y que por tanto serán ellos los que deban afrontar los retos venideros, entre ellos el de desenvolverse en una sociedad cada vez más tecnificada y digitalizada, es indispensable que tengan acceso a una formación integral en igualdad de condiciones que les permita adquirir las competencias laborales para insertarse en el mercado de trabajo en un futuro. Sin embargo, aunque esto sería lo deseable, no sucede así. En lo que se refiere a la formación en disciplinas
STEM, como hemos visto, la participación femenina es significativamente inferior, y lo es como consecuencia directa de la falta de empoderamiento e inclusión que tienen las niñas al momento de utilizar y manejar las tecnologías en las primeras
etapas escolares.
Así, uno de los mayores problemas que deben encarar las administraciones públicas y en general toda la sociedad para superar esta fractura, es eliminar cuanto antes los estereotipos de género sobre lo que niños y niñas se supone que deben hacer y que lastra, desde muy pequeñas, el futuro de nuestras estudiantes.
Si bien numerosos estudios científicos demuestran que no existen diferencias entre el talento masculino y femenino y las aptitudes de ambos para la ciencia, los prejuicios sociales hacen que, todavía hoy, las ingenierías y carreras científico-técnicas se consideren por un buen número de estudiantes como más adecuadas para perfiles masculinos. Es, por tanto, más que necesario proporcionar cada vez más modelos femeninos a seguir que animen a las niñas a hacer realidad sus metas profesionales a futuro sean estas cuales sean.
Motivar a las alumnas e inspirarlas, realizando actividades STEM que incentiven y empoderen a las niñas a seguir estas vocaciones, debe ser labor obligatoria de colegios e institutos, favoreciendo para ello un entorno inclusivo, motivador y no competitivo que impulse a las niñas a conseguir los objetivos intelectuales que se propongan desde que son pequeñas e involucrando a las familias en estas actividades para que no queden limitadas al ámbito educativo. De igual forma, es igualmente necesario que las administraciones impulsen la creación de becas y ayudas que promuevan este empoderamiento y animen a las alumnas a utilizar todas sus capacidades para la ciencia.
En suma, las profesiones STEM van a ser fundamentales en el futuro y es indispensable establecer un marco de actuaciones y buenas prácticas en el ámbito educativo que sirvan para visibilizar, impulsar y normalizar el papel de la mujer en
ellas desde las primeras edades. Además, reflejar la aportación de científicas al progreso científico y social es esencial para saturar poco a poco la brecha de género existente en este campo, contribuyendo a una sociedad más sensible al género y en general a la diversidad.