El ser humano ha progresado a lo largo de la historia a base de curiosidad, esfuerzo, dedicación y sacrificio. Las sociedades donde la educación, el trabajo y la búsqueda de soluciones a los problemas, léase, investigación y desarrollo, son aquellas que hay llegado a convertirse en países muy desarrollados. El desarrollo individual es básico para que la persona como miembro de la sociedad, coopere con la evolución del conjunto de los seres humanos y así crear oportunidades para todos.
Desde el estrepitoso fracaso del socialismo con la caída del muro de Berlín y la caída en la máxima pobreza de los países que intentaron un régimen de esa ideología, los sucesores del comunismo y el socialismo se aferraron a ideas hermosas intentando monopolizarlas, como si únicamente ellos, en una agonía por seguir vivos fueran la solución a problemas como el medio ambiente o los derechos de la mujer.
Dentro de su buenísimo patológico, diseñaron una sociedad en la que se destierra el esfuerzo y la disciplina. Una comunidad donde se prima al vago y al holgazán.
Un estado donde se subvenciona el paro en vez de intentar crear empleo, unas naciones donde todo se basa en dar pagas a los pobres en vez de tratar de eliminar la pobreza, donde se pasa a los niños de curso sin haber dado un palo al agua mientras se prima la burla sobre los que han querido progresar y logar puestos mejores en la sociedad, a los que se les machaca con impuestos con los que seguir manteniendo a los caraduras.
Todo esto tiene un fin que no es otro que aborregar a la sociedad, crear una sociedad subvencionada e inculta que siga a líderes faciluchos que les prometa seguir en esa situación de ‘mamatetas’ del estado. Las sociedades así siempre han fracasado y la nuestra corre un serio peligro de seguir el camino de los holgazanes.
