Con motivo del día de los enamorados, San Valentín, como queráis llamarlo, vengo a destripar el cuento de hadas tan endulzado que nos han hecho tragar durante décadas.
Hablo desde el punto de vista de mi generación, o más bien desde mi punto de vista como persona nacida a comienzos de siglo; una generación donde a mi parecer, no existe el amor verdadero que tanto cuentos de hadas nos han hecho buscar. Una donde la palabra “amar” es pronunciada a la ligera. No digo que eso esté mal, al contrario, me alegra ver personas amándose y siendo felices, sin tapujos, como hemos estado luchando años y años. Pero es verdad que hay tanta libertad de amor que el concepto “amor” se ha ido desfigurando.
Me es de lo más común escuchar a gente de mi entorno preguntándome “¿Con cuántas personas te has liado?” “¿A cuantas personas te has tirado?” “¿Cuántas relaciones has tenido?”, y así un formulario incómodo sobre mi vida personal. Yo soy la primera persona que dice “Haz lo que quieras y estate con quien quieras”, si te hace bien, aprovecha el momento por efímero que sea. Pero todas esas preguntas, todas esas anécdotas románticas me hacen sentir un peso dentro de mí, un ansia por encontrar a alguien con quien compartir el momento. Y yo, realmente soy feliz sin nadie románticamente a mi lado, sin nadie con quien besarme y compartir saliva. No le encontraba sentido alguno.
Así descubrí que en nuestro interior siempre hay un vacío de cariño, que según vamos creciendo no deja llenarse por lo que antes lo hacía. Ahora, se supone que estamos en la época de llenarlo de amor romántico, pero nadie se da cuenta de que hay personas como yo que hemos aprendido a llenarlo de amor platónico. Se puede amar y ser amado con la misma intensidad con la que lo hacen las parejas románticas, sin necesidad de una. Por ello, cuando alguien me hace aquellas incómodas preguntas respondo con negativas, con un simple “Es que yo ya soy feliz, ¿para qué quiero una pareja que me rompa el corazón cuando hay un montón de personas y cosas a mi alrededor que sé que no me van a fallar?”. Yo no quiero obligarme a sentir algo por alguien y hacerle daño porque realmente no soy capaz de sentir nada más allá de esa amistad.
No deberíamos apresurarnos a algo tan bonito como es el “amor” según las películas de Disney. No debería frustrarnos que el amor no llegue en la forma que esperamos, hay que fijarse en todos los tipos de amor que nos rodean cada día. No es que no me guste lo romántico, simplemente creo que la espera hace más apetitoso el pastel. Amemos sin juzgar, sin tapujos, de mil maneras distintas.
Somos una generación que no sabe amar como en los cuentos de hadas, así que creemos nuestras propias novelas de fantasía.
Por Ash Rodrigues.