A comienzos de los años 50 el Ayuntamiento de Talavera de la Reina planteó la posibilidad de crear a instancias del Ministerio de la Vivienda un parque público de pisos de protección oficial. El 22 de noviembre de 1952 fue aprobada por la Dirección General de dicho organismo la resolución que autorizaba su construcción que incluía beneficios económicos y bonificaciones tributarias máximas aprobadas por el Gobierno el 8 de septiembre de 1939 con el fin de reconstruir España tras la Guerra Civil y dotar de casa a toda la población. Los terrenos situados al norte del Prado, en una zona de “patos y eras” ocupan un total de 11948 metros cuadrados.
Las obras de este complejo compuesto por seis bloques de planta baja y tres plantas, seis jardines grandes y ocho pequeños fueron recepcionadas el 13 de julio de 1960 y su ocupación se aprobó por la sección de arquitectura del Instituto Nacional de la Vivienda el 22 de enero de 1962. En total se construyeron 224 viviendas protegidas y ocho locales comerciales, que se pusieron en régimen de alquiler con opción de compra y que se distribuyeron, en primer lugar, entre funcionarios del Ayuntamiento de Talavera que carecieran de vivienda, posteriormente entre otros funcionarios de otros organismos públicos y en tercer lugar se convocó un sorteo entre todos los interesados que se celebró en el Ayuntamiento el 3 de noviembre de 1959 dando cuenta al pleno municipal.
El precio total del proyecto fue de 15.539.298,70 pesetas, es decir unos 94200 euros a fecha de este artículo.
Durante esos años se pobló toda esta zona de Talavera, creándose la avenida de Pío XII, frente a los edificios se organizó en varias ocasiones ferias de ganado, mercadillos y se ponía el circo en ferias. La edificación es la propia de los años 50 si bien no hemos podido llegar a conocer el arquitecto. Se trata de fuertes muros de ladrillo y arenisca de cuarenta centímetros, sin garaje las casas son de tres tipos, A (pequeña) de 87,41 metros cuadrados, B (mediana) de 99,88 metros cuadrados y las C (Grandes) de 108,52 metros cuadrados.
En 1997, el Ayuntamiento de Florentino Carriches promovió un expediente para su venta, siendo compradas por los inquilinos en un 82% permaneciendo el resto en propiedad del consistorio como arrendamiento y cuando estas quedaban vacías se utilizaban para asociaciones sin ánimo de lucro.
Recuerdo con emoción los veranos en que pasábamos allí todo el día y la noche, las mujeres al fresco, las fuentes con peces repiqueteando el chorro de agua en la superficie. Los niños jugando y el atronador canto de los gorriones al amanecer y al anochecer. En invierno cuando podaban los árboles los niños hacíamos cabañas con los leños talados y con tres ladrillos construíamos pequeños hornos donde asábamos las castañas que nos regalaba Genaro.
Posteriormente el Ayuntamiento, incumpliendo su palabra con los vecinos, comenzó a meter en las viviendas de su propiedad personas muy marginales. Los niños dejaron de salir a jugar a los patios y esos grupos monopolizaron los patios e interiores, llenándolos de coches destartalados, utilizándolo de desguaces y posteriormente ocupando viviendas y realquilándolas a inmigrantes sin que se hayan tomado medidas por parte de los anteriores ayuntamientos.
A pesar de todo, hoy día las viviendas del Prado son un precioso recuerdo de un tiempo en el que Talavera despuntaba como centro comercial, agrícola y ganadero. Donde la clase media comenzaba a despuntar y el horizonte era prometedor. Gracias a muchas vecinas y vecinos hoy día los patios lucen maravillosos. Es necesario dotar a este complejo de una protección especial y además de echar a los ocupas, impedir los negocios ilícitos de fraude como el alquiler de viviendas ocupadas e impedir el uso de sus patios como talleres de coches y de comercio de sustancias ilícitas.
Yo me crié en esos patios cuando nuestras madres nos bajaban el bocadillo, cuando no había ningún peligro y los niños podíamos estar hasta medianoche o más correteando, sorteando a las señoras que nos hacían reprimendas a la hora de la siesta o admirando como crecía fuerte el albaricoquero que planté con mi abuelo cuando solo tenía ocho años. Son recuerdos de una vida, son recuerdos de mi barrio.