Ya estamos a comienzos de septiembre, mes no recordado ni por ser el noveno mes en el calendario, ni por dar paso al otoño; sino porque dan comienzo las clases y con ello la diversión veraniega acaba.
Puede que muchos otros, comiencen más o menos tarde, pero llegados este mes ya nos empezamos a preocupar de si tenemos todo el papeleo en regla, el material escolar o incluso los jerseys de entretiempo en el armario.
Este mes, viene de la mano de muchas cosas nuevas sobre todo para los nuevos universitarios que se adentran en la adultez. Pero, ¿son los únicos que tienen ese gran cambio? ¿Y los que entran a nuevos grados formativos y cursos? ¿O al mundo laboral directamente? Al parecer no son tan relevantes como aquella vida universitaria que te narran cuando estás apunto de hacer selectividad.
De lo que más escuché durante mis últimos años de adolescencia, fue lo maravilloso que era ir a la universidad. “No tendrás casi que estudiar; Se sale mucho de fiesta y se conoce a mucha gente; Los jueves universitarios; Van a ser los mejores años de tu vida”. Y yo solo podía preguntarme: ¿Qué tan importante es la universidad para vivir una buena vida?
Al final encontré mi respuesta no pudiendo ir a una universidad porque para lo que quería estudiar, no existía una. Me imaginé que quizás no tendría esos mejores años de mi vida en clases de 100 personas, con exámenes al cuatrimestre y saliendo de fiesta los jueves. Y era verdad, no tuve nada de eso, pero me lo pasé igual o mejor. Porque la buena vida no te la da una universidad, sino tú mismo.
Ir a una universidad no es una obligación para adquirir experiencia vital como adulto. Los grados, las escuelas superiores, los cursos de formación o la vida laboral, no son un impedimento para tener la “vida universitaria”. No todos estamos hechos para encajar en una universidad, y muchas veces es la vida la que nos lo enseña.
No es necesario meterse en una carrera nada más acabar la selectividad. Lo único que hay que pensar es en cúal es la mejor forma para seguir nuestros sueños, y buscar lo que más nos beneficie para lograrlo. Si no lo tienes claro aún, que no te de miedo tomarte tu tiempo para descubrirlo, porque es uno mismo el que decide cuándo serán “Los mejores años de su vida”.
Por Ash Rodrigues.
