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sábado, noviembre 23, 2024
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A golpe de improvisación

Hasta donde mi recuerdo alcanza, jamás un Ejecutivo central ha gobernado con tal nivel de improvisación como el de coalición progresista que se sienta en Moncloa.  

Porque su gestión mes tras mes, semana tras semana, hora tras hora… induce a sufrir la misma ansiosa incertidumbre que el ver a un funambulista caminando sobre un alambre tensado, a treinta metros sobre el suelo y sin red que amortigüe la caída.

Es de recibo reconocer que algunas circunstancias sobrevenidas –la imprevisible COVID primero, la profunda crisis económica, la pavorosa invasión de Ucrania después- nos han cogido a todos a contrapié. Por su vileza, alcance e impacto. Pero es más que razonable pensar que aun teniendo que convivir con todas ellas, la resiliencia para superarlas va a estar fuertemente condicionada por los aciertos de nuestros dirigentes. El hecho de que el señor Sánchez empleo con tanta frecuencia el término en sus discursos, en su relato, en sus anuncios y hasta en el nombre de sus Planes, ni mucho menos significa que sea así como nos sentimos los españoles: a resilientes, me refiero.

Y aciertos, lo que son aciertos, más bien justitos y tardíos en su haber. Porque en el currículum del Gobierno ocupan un papel protagonista el sectarismo, la inexperiencia, la incoherencia y el cortoplacismo. No soy mujer de generalizar porque es una tentación demasiado simplista, pero sí hay que reconocer que durante estas circunstancias tan adversas, el diálogo social con los colectivos representativos, los grupos de trabajo con expertos reales –no inventados, ni comprados con prebendas-, la normalización de la mentira, la falta de escucha a la calle y la renuncia a un claro tufillo de hoja de ruta contraria al alarde de responsabilidad y pragmatismo debidos, convierten la gestión del Gobierno de Sánchez en un intento totalmente disfuncional de huida hacia adelante.

Es algo así como ir tapando los agujeros que se van haciendo en las vías de agua que se abren en el casco de un barco, bajo la línea de flotación. Cuanto más intenta el marinero sellar la rotura de uno de los boquetes abiertos, más grandes se hacen las entradas de agua del resto de aberturas. Y que ya ni la bomba de achique más potente logrará evacuar el líquido salino a la velocidad necesaria para evitar que el barco se vaya finalmente a pique.

susana hernández
Susana Hernández

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