Es tremendamente llamativo cómo la vivencia del tiempo –a pesar de su medida precisión- puede resultar tan subjetiva. Pongámonos en situación: cada legislatura en política tiene cuatro años de vida. A priori un ciclo que da para mucho. Pero a día de hoy el equipo municipal socialista va a soplar en breve la vela de su tercer cumpleaños y a ojo de buen cubero a ningún talaverano se le escapa que el estado de las infraestructuras continúa igual que antes de entrar en la última campaña electoral.
Si por un lado, contamos con que políticamente estamos ya en tiempo de descuento para ir rematando promesas electorales de las que poder ir luciendo palmito tal cual pavo real y, por otro, con el hecho de que quedan “dos telediarios” para comenzar el bombardeo de trabajo para sentar los mimbres con los que concurrir a los próximos comicios, a mí personalmente, no me salen las cuentas.
El reloj tic tac tic tac no deja de girar raudo y lo único que se me viene a la mente es aquella canción tan pegadiza de los Martes y Trece cuando en la Nochevieja del 91 los humoristas parodiaban a dos alumnas del San Ildefonso cantando el premio de la Lotería de Navidad con el estribillo de “no les va a dar tiempo, no les va a dar tiempo, no les vaaaaaa a dar tieeeeeempo” en referencia al retraso en las obras para los Juegos Olímpicos de Barcelona.
Después vuelvo al momento actual y caigo en la cuenta de la nula gracia que tiene acabar otra legislatura más perdida en materia de infraestructuras para nuestra ciudad.